
Vivir el Montañismo
05/08/2024
Desafio Austral
29/08/2024
Un paraiso de ésta Tierra
En mi vasta trayectoria, de más de 15 años recorriendo los Andes fueguinos, teniendo el placer y el privilegio de conocer muchos lugares de esta isla, decidí ir en busca de nuevos destinos, fue así que hace aproximadamente unos dos años atrás, allá por octubre del 2022, viendo en la aplicación Google Earth, lugares remotos por descubrir, más precisamente glaciares poco frecuentados y en tiempos de retrocesos, debido al calentamiento global, me surgió la curiosidad por querer visitar el glaciar del Silencio, cuando aun no sabía a ciencia cierta su nombre o directamente no poseía alguno.
Sabía que era un lugar muy difícil de llegar, ya que en ese tiempo no era aun visitada y mucho menos poseía una ruta marcada, la dificultad fue aun mayor, más precisamente por la ruta elegida, siempre estuvo en mi cabeza encarar por el Cañadón de la Oveja, con sus particulares dificultades.
Para eso debía recorrer muchos kilómetros previos, para siquiera ver de lejos el glaciar, además de que por lo observado en los mapas de Google, mi deseo era, primeramente, tener otras vistas desde lo alto de las impresionantes y hermosas lagunas del Caminante y Escalonadas, como así también del valle Los Basanos, antes de llegar a destino final.
Habiendo estudiado su recorrido, medido la distancia y dificultad, me propuse en algún momento intentar llegar a ese destino, para eso sabía ciertamente que debía ir preparado física y mentalmente, más que en mi cabeza, siempre estuvo la idea de realizar este desafío en un solo día.
Todo lo que pude averiguar sobre el glaciar del Silencio, el tiempo, la distancia, las dificultades y habiendo realizado varias capturas de imágenes, etc., decidí compartir esa información en la redes, para algún día, cuando estuviera en condiciones, poder realizarlo.
Primer intento 
Estudiando muy detalladamente el mapa, buscando información al respecto y no logrando encontrar nada, me propuse marcar mi propia ruta.
El trayecto elegido comenzaba por el kartodromo municipal, entrando por el Cañadón de la oveja, transitando aproximadamente unas 3 horas hasta el final, rodeando la cueva de hielo “Jimbo”, por la izquierda, subiendo por una cascada, luego girando al oeste y comenzando el ascenso por el col más bajo.
Junto a mi amigo y compañero de montaña, Gustavo, decidimos realizar este primer intento, considerando algunas variables y teniendo un pronóstico muy favorable del clima.
Fue así que unos días previos a mi partida de Ushuaia, por mis vacaciones, nos largamos el 7 de enero de 2023, a las 5 de la mañana, a esta nueva aventura, dispuestos como siempre, a darlo todo por lograr nuestro objetivo.
Yendo por el Cañadón de la Oveja, emprendimos nuestro viaje, cuando alcanzamos lo más alto del col antes mencionado, avanzamos con dirección norte, por el cordón de la montaña, hacia el glaciar del Silencio. Cuando estábamos casi seguros que era una ruta accesible, luego de pasar varias lomas, nos topamos con un corte en la montaña. Si bien ese corte no era muy ancho, deliberamos unos instantes qué hacer ante ese primer obstáculo. Pensamos si era conveniente intentar saltarlo, pero debido a la pendiente desfavorable de la montaña, a que también había mucha piedra suelta y la profundidad de la grieta, decidimos no avanzar, retroceder y buscar otra alternativa. La decisión unánime fue de no arriesgarnos y evitar algún posible accidente, ya que en breve tiempo debía viajar.
Desde lo alto del cordón Hyades, las vistas panorámicas eran increíbles, con un sol a pleno, por un lado, se veía todo el cañadón de la Oveja, por el otro, el cañadón del Toro.
Luego de un tiempo de descanso, charlamos y concluimos que no queríamos bajar y volver por donde habíamos ido, así que decidimos volver y avanzar por el filo del cerro Hyades, sabíamos que era un regreso muy largo, de muchas horas, pero que valía la pena hacerlo por los paisajes que pudimos apreciar desde lo alto.
Así fue que nos llevo mucho tiempo recorrerlo, desde la grieta, que nos imposibilito avanzar hacia el Glaciar del Silencio, hasta llegar al glaciar del Cerro Segui, nos tomo unas 6 horas aproximadamente, para luego comenzar el descenso de la montaña por ese lugar, hasta el camping municipal y retornar a donde habíamos dejado mi auto.
Con un recorrido, ida y vuelta, de aproximadamente unos 22 km en 16 horas, habíamos logrado volver sanos y salvos con un sabor semi amargo, por no haber conquistado nuestro objetivo principal que era el glaciar del Silencio, pero satisfechos por las magnificas vistas que pudimos observar.
Este recorrido, un poco frustrado, también nos sirvió para poder observar desde lo alto, el gran retroceso que se estaba generando de la cueva de Jimbo y poder alertar luego a todos los que iban a visitarlo.
A su vez, también logramos observar con mayor y mejor perspectiva, otra ruta alternativa para un segundo intento, esta vez por la parte derecha de la cueva.
En ese tiempo, luego de realizado ese gran esfuerzo y debido a que recién comenzaba con los primeros síntomas de una hernia de disco, con dolores muy fuertes de espalda, que se irradiaban hasta debajo de la pierna izquierda, y que me imposibilitaron realizar otras caminatas largas, tuve que postergar otro nuevo intento por un tiempo.
Mientras me encontraba de vacaciones por el norte del país en enero de 2023, revisando mi Facebook, me encontré con la grata sorpresa de que varios conocidos y amigos lograron llegar a este ansiado y mágico lugar.
No sé realmente si mi información compartida en las redes, les habrá servido para animarse a llegar hasta ese lugar, lo cierto es que lo lograron, aunque no por donde lo había planificado yo.
De las personas que vi que consiguieron llegar al glaciar, pude observar que todos encararon por otra ruta, yendo desde la tranquera de Andorra; hasta llegar a la laguna del Caminante, en este punto, a diferencia de lo que tenía previsto realizar yo, que era encarar por el Cañadón de la Oveja.
Cabe aclarar que la ruta desde la tranquera de Andorra, hasta la laguna del Caminante, es un recorrido muy extenso, con mucho tiempo metidos en el bosque, atravesando varios turbales, realizando diversos cruces de ríos, demorando aproximadamente unas 4 o 5 horas, con pocas o casi nulas vistas panorámicas de los paisajes, hasta alcanzar la ultima trepada, previa a la laguna.
Luego de mis vacaciones, y habiendo transcurrido unos cuantos meses ese año, pude recuperarme un poco de mi dolencia, a su vez el tiempo también me sirvió para planificar un poco mejor esta gran aventura y prepararme mas físicamente para una segunda oportunidad.
Si bien mi estado de salud no era el óptimo, no estaba al 100%, tuve que atravesar varios procesos para mejorar mi situación. Entre los innumerables tratamientos realizados, en julio de ese año, tome el coraje para realizarme un bloqueo en la columna, que consistió en insertar en varias agujas, anestesia y analgésicos, para calmar los dolores, sabiendo que eso podría mejorar considerablemente mi salud y así fue.
Desde ese momento, mi vida cambio para mejor, mi columna ya no sentía tanto dolor, lo que me permitió volver a realizar caminatas largas con variadas dificultades.
Segundo intento
En el mismo año del primer intento, más precisamente el 3 de diciembre de 2023, luego de haber analizado nuevamente la ruta, para intentar una vez más el ascenso por el costado de la cueva de Jimbo, esta vez por la derecha, que fue justamente lo que pudimos observar desde lo alto del cerro Hyades, decidimos con Gustavo, encarar por el col que divide el Paso de la Oveja y el sendero que lleva a la laguna del Caminante.
Estudiando la posibilidad de emprender el ascenso por el lugar más accesible y tratando de evitar la nieve, ya que no contábamos con crampones y piquetas para asegurar la trepada, comenzamos a subir por el filo que se encontraba limpio de nieve, entre dos glaciares.
Al principio todo iba de maravillas, mientras avanzábamos, fuimos tomando cada vez mas altura. A medida que ascendíamos, los paredones comenzaron a dificultarse más y más.
La piedra laja muchas veces se tornaba complicada pisar, ya que se rompía mucho. En algunos tramos tuvimos que escalar a mano limpia, con un grado de dificultad respetable, tratando de ver bien donde apoyarnos y cuidando de que cada paso y mano puesta en la piedra sea lo más seguro posible para evitar accidentes que podrían resultar fatales, ya que estábamos muy altos.
Gustavo venia de una dolencia muy grande en su brazo izquierdo, debido a una caída y golpe muy fuerte de otra salida que tuvo bajando del Cuerno Horns y la laguna Encantada superior.
Mas allá de todas las dificultades, mi terquedad pudo mas, seguimos adelante y arriba con el proyecto, en busca del punto máximo para divisar las lagunas del Caminante y Escalonadas desde lo alto.
Cuando llegamos a la cumbre, a una altura aproximada de unos 1300 mts, viendo por fin lo que fuimos a buscar, quedamos impactados por las vistas que pudimos observar.
Debido a que había mucha nieve, la decisión fue finalizar ahí nuestro recorrido, ya que el glaciar del Silencio al igual que la laguna del Caminante superior estaba congelado y consideramos que no era conveniente continuar.
El desgaste de esa trepada por el filo fue muy grande, nos costó mucho tiempo, alrededor de 4 horas desde el col, sumado a las 3 horas mas desde que arrancamos la caminata, por lo que terminamos muy exhaustos.
Estando en el lugar y estudiando el resto del camino para llegar al Glaciar del Silencio, viendo que había mucha nieve y que el mismo nos llevaría demasiado tiempo para llegar a ese punto, tomamos la decisión de renunciar en esta oportunidad a ese gran objetivo.
Así que una vez alcanzado ese punto y habiendo realizado varias capturas fotográficas y de videos, comenzamos el descenso, esta vez sí por la nieve, ya que nos pareció mucho más práctico, rápido y fácil.
Buscando información sobre esta montaña y al no encontrar datos sobre su nombre, decidí bautizarla con el nombre de Cerro Torres como para tener una identificación para un futuro ascenso.
Volteando las miradas hacia atrás y hacia abajo, luego de alcanzar el llano del terreno, recién nos percatamos de la locura que habíamos realizado. Fue todo muy vehemente, logrado más que nada por la alta carga de adrenalina. Realmente muy difícil y más aun sin contar con equipo de seguridad para un ascenso seguro.
Si de algo estamos seguros fue que, gracias a nuestra vasta experiencia, caminando muchas veces con diferentes adversidades climatológicas y de terreno, es que pudimos concretar este gran desafío. Sin la preparación física y mental afinadas como la teníamos, seguramente no hubiésemos podido culminar este proyecto de forma segura.
Una vez más, nos quedamos con las ganas de lograr nuestro objetivo final, llegar al Glaciar del Silencio, pero esta vez sabíamos que por donde fuimos era más factible lograrlo una vez que se vaya la nieve.
Por lo observado en este recorrido, nos dimos cuenta que la ruta más exacta y fácil de ascender era por donde se encontraba el glaciar de la derecha del filo, una vez que se derritiera la nieve.
Por cuestiones de la vida misma, mi amigo, Gustavo, con el que realizamos dos veces estos intentos de marcar rutas nuevas hacia el glaciar del Silencio, tuvo que ausentarse de la provincia hacia su ciudad natal, Catamarca.
Por tal motivo, para este gran proyecto, quede solo, con la idea firme de concretar como sea, nuestro gran objetivo, sabiendo por fin, por donde debía ir, fue que me anime a continuar con él.
Una vez más, publique en las redes, mi intención de intentar por tercera vez, llegar al Glaciar del Silencio por la ruta elegida.
Tercer intento
Cuando estaba casi convencido de ir en solitario en busca de este glaciar, sabiendo perfectamente sus dificultades, distancias y pormenores, habiendo publicado fecha y hora de comienzo de este gran desafío y contando con un excelente pronostico del clima, llego un mensaje en mi Facebook de un gran caminante, Ariel, a quien solo conocía virtualmente, quien se propuso acompañarme en este loco y largo viaje.
Fue así que el 9 de febrero de 2024, con todo el entusiasmo, Ariel paso a buscarme por mi departamento y arrancamos a las 5:30 de la madrugada, en la oscuridad, faltando poco tiempo para comenzar a aclarar el día, arrancamos con linternas, desde el kartodromo municipal, antes que salga el sol, aprovechando luego, la gran cantidad de horas de luz natural y un día totalmente soleado.
Éramos conscientes que el recorrido era muy extenso, que transitar por todo el Cañadón de la Oveja, solo era el comienzo de esta gran hazaña, y que no era ni la mitad de todo el camino, que este viaje nos demandaría mucho esfuerzo, pero sabiendo de antemano que la ruta elegida era viable y que nos regalaría muchas gratas sorpresas, que la recompensa, no solo estaba al final del camino, sino que, durante nuestro andar, nos encontraríamos con hermosos paisajes de ensueño.
Toda la primera parte, por el cañadón, lo realizamos en las sombras, pero con calor, cuando aun no salía el sol. Luego de una hora de transito por el bosque, toco el turno de comenzar a subir por las piedras, para ladear la montaña en todo su largo. De a poco el sol comenzaba a irradiar los primeros rayos, pintando las cumbres de las montañas, con colores entre rosas y naranjas.
Las cascadas serpenteantes a lo largo del recorrido, nos dejaba atónitos, caídas de agua de más de 500 metros de altura, de diferentes anchos y caudales, que acariciaban a los caballos a sus pies, pastando serenos a la madrugada, pintaban el paisaje como si se tratara de una pintura.
Después de caminar unas dos horas y media, desviándonos a la derecha, finalizando el Cañadón, llegamos al col que limita entre el cañadón de la Oveja y el sendero que nos lleva a las lagunas del Caminante, por abajo.
Conociendo de antemano la ruta por donde debíamos encarar la pendiente, emprendimos nuestro ascenso, hasta alcanzar la zona donde ya le daba el sol. Justamente ahí, donde cuando fui con Gustavo, existía un glaciar, el mismo, ya no se encontraba, se había evaporado por tantos días previos de calor extrañamente reinantes.
El lugar exacto de comienzo del ascenso, es al pie del cerro Tonelli, desde ese lugar y hasta llegar a la cumbre, subiendo tranquilos, sin apuro, nos demando una hora y media, para alcanzar lo más alto.
Una vez llegados a la cumbre, alrededor de las 9:30 de la mañana, con un sol a pleno y un cielo despejado, pudimos observar a nuestros pies, un maravilloso paisaje de las lagunas del Caminante inferior y superior, mas a lo lejos se veían nítidamente las lagunas Escalonadas, como así también el tremendo Glaciar Tapado. Un espectáculo digno de volver a revivir.
Teniendo en claro el panorama que se nos presentaba y que gracias al buen clima reinante, pudimos ver todo lo que aun nos faltaba por recorrer, sacamos varias fotos y filmamos a lo lejos esos hermosos paisajes.
Luego de ese momento, estudiamos un poco por donde debíamos continuar y encaramos el filo, observando abajo nuestro las lagunas que brillaban como zafiros en medio de un paisaje lunary el maravilloso valle Los Basanos con unos colores y matices verdosos de diferentes tonalidades.
Gracias al zoom de mi cámara y habiendo hecho varios acercamientos, pudimos observar que habían varias carpas alrededor de las lagunas, lo cual nos pareció un poco loco y llamativo, estimamos que los acampantes irían posteriormente al Glaciar del Silencio.
Hasta ese punto, el camino no nos propuso mucha resistencia, no había grandes riesgos que correr, hasta que comenzamos a transitar el filo. A medida que avanzamos el terreno se puso un poco mas escabroso, difícil, pero no imposible, yendo con mucho cuidado y respetando ante todo la naturaleza, pudimos atravesar una de las partes mas difíciles del recorrido, justamente era la cumbre que había alcanzado junto con Gustavo en nuestro segundo intento. Esa cumbre en particular presentaba un terreno hostil, con muchos paredones altos, los cuales tuvimos que rodear con Ariel.
Así fue que en parte, no quedo otra que bajar un poco la montaña y volver a subir escalando, para llegar a la planicie del filo y continuar nuestro viaje más seguros.
Sinceramente fue muy placentero caminar por todo el filo de la montaña. Las vistas panorámicas eran alucinantes. Estábamos literalmente parados entre el cañadón de la Oveja, a nuestra izquierda y las lagunas del Caminante a nuestra derecha. Siguiendo la ruta, en un momento divisamos a nuestra mano izquierda, bien abajo de unas cornisas muy altas, la cueva de Jimbo, esta vista desde arriba, nos hacía creer como si estuviéramos sobrevolándola. Fue todo muy loco.
Después, con la cámara, una vez localizado y apuntando al glaciar del Silencio, haciéndole mucho zoom, pude ver a varias personas disfrutando de ese bello lugar.
En lo más alto de la montaña, en una zona de mucha planicie, nos topamos con una gran antena, especie de pantalla solar, lo cual nos genero gran asombro.
Continuando con nuestro recorrido, pudimos observar también varias lagunas de diferentes colores, verdes, azules, hermosas y cautivantes. Aun nos quedaba mucho camino por andar.
Desde este punto, desde la antena, el terreno comenzaba a descender, en dirección al Glaciar del Silencio en donde todavía nos quedaban alrededor de 4 horas más para llegar, no sin antes atravesar varias zonas de terrenos vírgenes y ásperos, zonas de piedras lajas, como así también terrenos de piedras rojizas-anaranjadas, desgastadas por un viejo glaciar desaparecido por el deshielo, siguiendo nuestro viaje, también debimos cruzar varios cauces de ríos, bajar un poco al valle y volver a subir, descansando un poco en una de las lagunas, pudimos realizar un par de videos con el drone de Ariel y recargar energías almorzando algo liviano.
Luego del descanso y continuando en dirección hacia el glaciar, un poco agotados, pero sabiendo que faltaba cada vez menos, valoramos cada metro caminado, cada zona recorrida.
Lo poco que nos faltaba para llegar nos generaba mucha intriga, nos llenaba de alegrías y a la vez de expectativas, a medida que nos acercábamos, vimos que nos quedaba un último esfuerzo grande, subir una pendiente de unos 300 metros, para alcanzar lo que fuimos a buscar.
Observando hacia atrás, no podíamos creer el gran recorrido que habíamos realizado, por la altura que habíamos tomado en subidas y bajadas. Fue tremendo ver esos grandes y extensos terrenos.
Cada vez estábamos mas cerca de lograr nuestro gran objetivo, la última trepada parecía interminable, queríamos llegar y nuestras piernas ya sentían mucho cansancio.
En la última parte nos esperaba un gran manchón de nieve, previo al glaciar, lo cual nos vino muy bien para enfriar un poco nuestras suelas y descansar del tránsito por tantas rocas.
Objetivo cumplido
Luego de 10 extensas horas, caminando por diferentes terrenos, en un recorrido de aproximadamente unos 14 km, atravesando maravillosos paisajes, con subidas y bajadas, nuestro sueño por fin se cumplió, luego de haber arrancado nuestro viaje a las 5:30 hs de la mañana, llegamos al famoso Glaciar del Silencio a las 15 hs.
Al fin, frente a nosotros se erigía el glaciar del Silencio, una catedral de hielo de más de 30 metros de altura que nos dejó sin aliento. Sus paredes, esculpidas por el viento y el tiempo, reflejaban un sinfín de tonalidades azules y celestes. La laguna, de un turquesa intenso, yacía a nuestros pies como un espejo que reflejaba la inmensidad del cielo. En ese instante, la paz inundó nuestros corazones, recompensando cada esfuerzo realizado.
El clima se re porto de 10, el sol nos acompaño todo el camino, cuando llegamos al punto final, con una temperatura de aproximadamente unos 12º, nos sacamos nuestros abrigos y previo a realizar varias capturas de imágenes, nos detuvimos a contemplar esa maravilla con unos deliciosos mates.
Los intentos anteriores con Gustavo fueron sellados y compensados con el logro de este objetivo.
El regreso
Luego del descanso, nos pusimos nuevamente en marcha, ahora tocaba el turno de retratar y guardar en nuestros equipos cada espacio, cada rincón de este bellísimo paraíso. Con cámaras, teléfonos y drone nos dedicamos a recorrer la zona.
En medio de la laguna del Glaciar observamos que tenía una especie de islita, a la cual se podía acceder por una especie de puente de rocas. Me dirigí hacia allí, para que Ariel pueda fotografiarme en ese punto desde lo alto y tener un digno y hermoso recuerdo.
La sensación de estar frente a esa muralla de hielo no tiene mucha explicación, más que la fascinación y la emoción por haber conquistado otro gran proyecto postergado y alocado, pero fielmente enamorado.
Gracias al buen clima y a que no corría ni una brisa de viento, Ariel pudo sobrevolar la laguna, hacer unos acercamientos increíbles con el drone, logrando unas imágenes de película.
Desde la laguna, observando hacia atrás todo el gran recorrido que habíamos realizado, analizando la situación de nuestro estado físico, sabiendo que sería muy difícil, viendo que la ruta por donde habíamos llegado, era de mucha pendiente para el retorno, decidimos que la mejor opción era no volver por el mismo camino, sino que la variable que mejor nos convenía era seguir descendiendo hacia la laguna del Caminante superior.
Fue así que rodeando la laguna y sin tener marcas o señales visibles para volver, utilizamos nuestro sentido de orientación, buscando transitar por zonas y terrenos menos complicados para descender.
Alejados del glaciar del Silencio, nos dirigimos hacia otro lugar paradisiaco, la laguna del Caminante superior, ya que la decisión que habíamos tomado era rodear la montaña por donde habíamos transitado al principio. Sentíamos nuestras piernas muy pesadas, cada paso que dábamos, era como caminar con botas de plomo, aun así, sabíamos que no teníamos otra opción. Teníamos que regresar si o si por el Cañadón de la Oveja y ese era el camino correcto.
Mientras descendimos, el paisaje era alucinante, pudimos observar a lo lejos una hermosa y gigante cascada, la cual luego supimos que se llamaba cascada Enigma. Mirábamos la montaña que estaba detrás de ella, la cual, a medida que bajábamos se hacía más enorme y viéndola, no podíamos creer que anduvimos por encima de ella.
A lo lejos pudimos ver varias personas que estaban acampando, con la intención también, de llegar al glaciar, donde estuvimos Ariel y yo.
Desde el glaciar hasta la laguna del Caminante superior, demoramos aproximadamente una hora y media. Cuando llegamos, nuevamente Ariel sobrevoló con el drone la zona para tener ese recuerdo hermoso de la laguna y todo el valle.
Siguiendo con el recorrido, nos topamos con varios caminantes más, algunos conocidos y otros tantos más.
Una vez llegados a la siguiente laguna, la del Caminante inferior, dar la vuelta por el sendero, rodear la montaña para alcanzar el Cañadón de la Oveja, nos demando alrededor de 3 horas más. Siendo las 20 horas y por ser verano, con buena luz natural todavía, cuando llegamos al col del Cañadón, con un cansancio extremo, sabíamos que aun nos quedaba un largo trecho para finalizar nuestra travesía.
El recorrido final, por ser muy transitado, debido a que mucha gente va a conocer la cueva de Jimbo y que además es un circuito donde se realizan competencias de Trail Running, estaba muy marcado, sobre la senda casi no poseía piedras, estaba bastante limpia, lo que ayudó a que nuestras pisadas, mas allá de lo extenuados que estábamos, podíamos continuar sin mayores problemas, íbamos con un silencio total, solo oyendo nuestra respiración y nuestros pasos.
Sobre este trayecto final, la luz natural del día se iba apagando, logramos alcanzar la zona de bosque antes de que llegue la noche y por ser un lugar conocido, lo atrevamos en completa oscuridad sin mayores inconvenientes.
Siendo casi las 23:30 hs, cuando ya pudimos ver las luces de la ciudad, nos llamo la atención una espesa niebla que cubría la ciudad y cuando por fin llegamos al camino donde nos esperaba la camioneta de Ariel, dimos por completada y finalizada esta gran travesía de aproximadamente unas 18 horas
Agradecimientos
En primer lugar, a mi familia, que me banca y acompaña en cada proceso que atravieso de salud, para estar en buen estado y que me permite alcanzar mis objetivos y concretar mis sueños.
Un especial agradecimiento a mi amigo Gustavo, de Catamarca, quien no dudo ni un instante en acompañarme en los dos intentos previos, los cuales fueron realmente difíciles, pero que con el gran corazón y amor por las montañas pudimos realizar. Justamente esos intentos fueron los que me permitieron tomar real dimensión sobre el proyecto al que me estaba embarcando.
Con los recorridos que realizamos con Gustavo pudimos tener un mejor panorama y una perspectiva más cierta de por donde era posible concretar el primer cruce hacia el otro lado del Cañadón.
Realmente me saco el sombrero ante la gran fuerza de voluntad, tenacidad y valentía para llevar adelante estas travesías.
Por regla general, nunca es bueno ir solo a la montaña, nadie está exento de que sucedan accidentes o pormenores que pueden ser perjudiciales.
Dios siempre me cuida en cada salida cuando voy solo o acompañado, y en este último y definitivo intento quiso darme más seguridad en mi proyecto, puso en mi camino a un gran compañero de ruta, quien tampoco dudó en acompañarme y se preparó para darlo todo, sabiendo que era un viaje muy largo y difícil.
Este amigo, Ariel, con coraje, intrepidez, tenacidad, terquedad como la mía, no quería dejar pasar esta gran oportunidad de vivir una experiencia única y alucinante. Agradezco infinitamente por tomar la decisión de seguir mis pasos para poder concretar este gran sueño.
Las montañas son hermosas, los paisajes que tenemos en nuestra isla son de película, por eso mas allá del amor que tenemos por lo que hacemos, debemos respetar, cuidar cada lugar por donde vamos. Debemos estar preparados para encarar cualquier desafío, tanto física como mentalmente. Ser agradecidos con la naturaleza y la vida misma.
Siempre es la madre Naturaleza la que manda en esta Tierra, cuando a veces las cosas no se dan como las planeamos, la vida nos da otras oportunidades y amigos para intentar conseguir nuestros sueños…

Gustavo Barrera

Ariel Ortiz