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Superando mis propios límites
“En el Corazón del Cañadón de la Oveja”
“Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, me ha regalado innumerables aventuras, pero ninguna tan intensa como mi reciente travesía al Cañadón de la Oveja y la enigmática Cueva de Jimbo. Con cada paso que daba, me adentraba más en un mundo salvaje y prístino, donde la naturaleza imponía su ley. Motivado por el anhelo de superar mis límites y conectar con la esencia más pura de Tierra del Fuego, emprendí este desafiante recorrido.
¿Qué me esperaba en las profundidades de esa cueva de hielo? ¿Podría resistir las inclemencias del clima patagónico? Con mochila al hombro y el corazón lleno de ilusión, me adentré en esta odisea, sin saber que me encontraría con paisajes sobrecogedores, peligros latentes y una experiencia que marcaría mi vida para siempre.”
Preparación previa
Durante las semanas del mes de octubre me fui preparando física y mentalmente, para lo que sería un fin de
semana de mucho esfuerzo. Sin saber a ciencia cierta a donde iría, pero sabiendo que lo que elegiría sería algo realmente exigente.
Para ello, como parte de mi entrenamiento, realice varias sesiones de spinning, lo cual ayuda muchísimo a fortalecer las piernas y preparar grandemente la parte aeróbica, también sume un par de caminatas previas, como ser la laguna Encantada y un poco el cerro Esfinge, luego el ascenso al monte Susana me permitió ver desde lejos, la cueva de Jimbo.
El día previo a los festejos por el día de las madres, el sábado 19 de octubre, con un clima aceptable, con mucha nubosidad y posibles lluvias, con una temperatura templada, que varían entre los 6 y 12 grados, habiéndome levantado un poco más tarde de lo habitual, alrededor de las 7:30, me dispongo a preparar mi mochila, sin definir aun el destino elegido, que estaba entre ir al glaciar D´Agostini o el Cañadón de la oveja.
Decisión final y comienzo de la aventura
En pleno preparativo se levanta mi hijo Agustín, compartimos unos mates, me pregunta a donde me dirigía y fue ahí que tome la decisión final y me dispuse a ir al Cañadón de la oveja.
Para eso, me dirigí al kartodromo municipal, camino al parque nacional, a 7 km del centro de la ciudad, dentro del barrio General San Martin, lugar donde dejaría mi auto para emprender mi caminata, sabiendo de antemano aproximadamente el tiempo que me demandaría, que eran entre 2 y 3 horas de ida.
Mi intención siempre fue llegar a ese valle para alcanzar el mirador de las lagunas del Caminante, para observarlas desde la cumbre de una montaña, en donde se pueden ver además, a lo lejos, los glaciares “Tapado” y “Del Silencio”, como también las lagunas Escalonadas, pero debido a la gran cantidad de nieve acumulada y que su estado era muy blando, lo cual me exigiría mayor esfuerzo, ya que la nieve me llegaba hasta por arriba de las rodillas, es que desistí de continuar hacia ese punto.
El camino del Cañadón de la Oveja requiere, primero, transitar unos 20 minutos por una pampa, siguiendo un sendero bien pisado y transitado, con vistas al Canal Beagle y la ciudad de Ushuaia, luego internarse en el bosque de lengas y coihues, alrededor de una hora aproximadamente y cuando se termina de atravesar el bosque, empezar el ascenso a la montaña por un sendero de piedras, en zigzag, hasta alcanzar una zona bastante alta de la ladera y emprender el camino hacia el final del valle.
Fue así que a las 8:40 comencé mi recorrido en solitario, conociendo perfectamente a donde iba, ya que el destino a donde me dirigía lo había realizado muchas veces tiempo atrás.
Si bien es exigente este Cañadón, me sentí fuerte para llevarlo a cabo. Luego de haber llegado al final del
valle, donde la nieve se hacía más presente, aunque sin necesidad de ponerme los crampones; disfrutando el viaje, contemplando las cascadas de diferentes alturas, producto del deshielo, y aunque en mi cabeza nunca pensé en cambiar de dirección, pero debido al estado del terreno, fue que me pregunte, ¿y si voy a ver cómo está la cueva de Jimbo, luego de tanto deshielo?
Fue así que comencé mi aproximación, adelante mío pude divisar a tres personas a lo lejos, las cuales también se dirigían al mismo destino.
Atrás mío pude presenciar una avalancha, mezcla entre nieve y rocas, lo que generó un estruendo ensordecedor, muy cerca del sendero por había pasado unos minutos antes.
Encuentro cercano con la cueva
Una vez alcanzada la entrada a la cueva, me dispongo a conversar con estos tres visitantes, los cuales me dijeron que venían de la provincia de Corrientes, que era su primera vez que visitaban Ushuaia y sus alrededores.
Estaban encantados por todos los lugares que habían conocido, entre ellos el glaciar Ojo del Albino y quedaron impactados por la cueva en particular, ¿y quién no?
Luego de sacarnos varias fotos, tomar un par de mates, una lluvia finita comenzó a mojarnos cada vez más, así que estos amigos turistas, comenzaron el regreso a la ciudad, quedándome solo ante esa magnificencia de la naturaleza.
Tome posiciones particulares al costado de la cueva para obtener otras perspectivas y llevarme unas buenas fotos, después me senté un rato a pensar todo lo que había acontecido en ese lugar, desde mis visitas anteriores con otros amigos, hasta la desgracia del fallecimiento del turista brasilero por un bloque de hielo caído del techo.
Desde afuera de la cueva se oía el crujir del hielo, en el medio se podían observar diferentes desprendimientos y también otros fragmentos colgando del techo a punto de caer.
Reflexiones del pasado y descripción detallada
Esta cueva la conocí hace unos 5 años atrás, en diciembre de 2019, cuando era mucho más grande. Para
tener más o menos una noción de sus características se puede apreciar que la misma posee dos aberturas, desde la entrada de la misma hasta el otro hueco más pequeño, al cual se llegaba por adentro, en invierno obviamente, girando hacia la izquierda del túnel, se podía calcular más o menos unos 100 mts.
Viendo la forma de la misma y su entorno, se puede deducir que su formación se debe al efecto del viento que ingresa por la abertura más chica, pasando por el interior y saliendo por la abertura más grande, sumado a esto, la erosión generada por el agua corriendo por el arroyo interno formado en verano, hacen que su desgaste sea más prematuro.
La entrada era cerca de unos 40 mts, de ancho, la altura del techo podía suponer entre unos 10 a 15 mts de alto aproximadamente, adentro tenía una oscuridad considerable.
Sus paredes y techo aún continúan con la misma textura y formas, espiralada, como simulando un caracol, donde se evidencian diferentes capas con colores azulados de tonos diversos, producto, quizás, de distintos inviernos y paso del tiempo, como cuando la vi por primera vez.
Tuve el privilegio de verla y fotografiarla desde todos los ángulos, de diferentes montañas, algunas cercanas y otras más lejanas.
Hoy lamentablemente y debido al calentamiento global, al aumento de las temperaturas particulares para estas latitudes, hacen que su retroceso sea muy significativo, se puede apreciar su gran achicamiento, a tal punto que ya es posible divisar de punta a punta las dos aberturas.
En el presente, calculando de manera aproximada, estimo que desde la entrada mayor hasta la otra abertura tendrá unos 40 mts de profundidad o quizás menos, con un tamaño en la entrada de alrededor de unos 20 mts. de ancho.
Realmente es muy peligroso su ingreso, lo cual atento a todo esto, obviamente ni intente entrar.
Sus paredes y techo muestran una gran fragilidad producto de un deshielo que no perdona.
Sería muy imprudente su ingreso, eso sería buscar acercarme a una muerte segura.
Regreso por un camino alternativo y novedoso
Pasado el tiempo, con un cielo un poco más despejado, me dispuse a regresar, sabiendo que el cielo volvería a cerrarse, si bien, tuve por un rato el sol a pleno, pensé que estaría bueno, volver por un lugar que no había hecho antes, que era por abajo, donde corría el río que bajaba de la cueva y otras cascadas y donde se encontraba el bosque, el cual me permitiría protegerme un poco de las posibles lluvias.
Sabiendo que el regreso era extenso, aun así mi decisión era proseguir por el bosque, persiguiendo señalizaciones que facilitaban mi andar seguro. Tuve que atravesar varias veces el cauce del rio, aunque al principio caminaba sobre la nieve, a medida que descendía esta iba desapareciendo.
Me esperaban unas 2 horas aproximadamente para volver. Increíblemente cuando entre al bosque comenzó a llover de nuevo, con más intensidad, pero debido a que las copas de los arboles estaban con muchas hojas, lograron que no me mojara tanto.
Inmersión sensorial en la naturaleza
Durante mi regreso, los sonidos reinantes eran música para mis oídos, entre el correr del agua del rio, atravesando los humedales y castoreras, el golpeteo de las cascadas en las rocas, las gotas de la lluvia cayendo suavemente sobre las copas de los árboles, el canto de algunos pájaros que buscaban protegerse de las inclemencias del tiempo, el rechinar de los caballos pastando en la pradera, todo era muy armónico y muy natural, sinceramente me sentía protegido y privilegiado.
Habiendo pasado unas dos horas desde que arranque de la cueva, atravesado gran parte del bosque, comencé a preguntarme a donde terminaría este sendero. Mi incógnita era si finalizaría en el camping municipal o se uniría con el otro sendero, el mismo por el que comencé mi aventura.
En partes de este nuevo recorrido, de a poco fui alejándome del caudaloso rio, tomando cada vez más altura y pensando que tal vez terminaría muy lejos del punto de partida.
De todas formas, continúe mi camino hasta que en un punto comencé a descender y escuchar nuevamente la corriente del rio, ahí me di cuenta que efectivamente estaba por enganchar el otro sendero por donde arranque a la mañana. Fue una alegría enorme saber que estaba próximo a terminar este extenso tránsito por el bosque.
Muy poco podía ver hacia el cielo debido al bosque tupido, aunque algo pude observar a los alrededores como el sol iluminaba los árboles, aunque la lluvia continuaba regando todo el terreno.
Finalizando la travesía y preparándome para mas sorpresas
Mientras me acercaba más y más al final del recorrido, pensaba que quizás la madre naturaleza me tenía preparada más sorpresas. Y así fue!! Cuando salí del bosque me encontré con un sol a pleno, un cielo parcialmente despejado, sobre el canal Beagle resplandecía un gran y hermoso arcoíris.
En la pampa, a pocos metros de llegar al auto me topé con varios caballos y su perro guardián, descansando y pastando plácidamente. Los aguiluchos sobrevolaban felizmente por los aires, posándose de vez en cuando en las copas de los árboles.
Fueron 18 km de pura emoción, transitando a la vuelta por un sendero nuevo para mí, cargado de muchas impresiones.
Reflexiones finales
Como siempre las fotos fueron infaltables. Terminando mi travesía, agotado pero con el corazón contento, reflexionaba sobre lo afortunado que soy al poder vivir toda esta experiencia y de tener tantos maravillosos paisajes a nuestro alrededor, de contar con un excelente estado de salud, físico y mental.
Vivimos en un Paraíso, cuidemos cada rincón por donde vayamos para que otros puedan disfrutar lo mismo que nosotros.
Texto e imàgenes: Raul Torres